jueves, 20 de agosto de 2009

UN DIA DE COMPRAS

Tal día como hoy, aproveché que estaba cerca de plaza Catalunya para acercarme a unos grandes almacenes.
Siguiendo el rigor de no hacer publicidad gratuita no diré a que almacenes me refiero.
En la calle el calor era asfixiante. El termómetro de Portal del Angel marcaba por encima de los 32 ºC lo que añadido a la humedad propia del mes de agosto propiciaba que la temperatura real sentida fuese de unos cuantos grados más.
Ya en el interior de los almacenes dejando atrás la mezcla de perfumes que reina en la planta baja, y a las super maquilladas señoritas que están parapetadas tras los mostradores de las fragancias, fui transportado por la escalera mecánica a la planta superior y así hasta llegar a mi destino.
En el cruce con la escalera de bajada escuché como me llamaban por mi nombre de pila. Giré mi vista y …. ¡¡¡ caramba¡¡¡ …. María.
Con gestos nos dejamos claro que me esperase en la planta hasta que yo tomara la escalera de bajada.
Un abrazo, un par de besos …. María. Si era María la de Figueres, compañera de estudios y que ignoraba que era de su vida desde que terminamos la carrera.
María es una mujer esbelta, de unos 40 años, si bien aparenta 35 como mucho. Delgada, rubia auténtica y de ojos azules casi transparentes. Tanto el color del cabello como el de sus ojos son debidos a la ascendencia nórdica por parte de madre.
María estaba elegantísima, calzando unos zapatos rojos y de alto tacón a juego con todo el vestuario.
- Estás preciosa Maria – le dije con una sonrisa amplia-, y muy bronceada. Debes pasarte el día en la playa.
- No, nada de eso. Mi trabajo no me permite ir a la playa, pero si tengo una cabina de rayos UVA.

Sentados en la terraza de los almacenes , frente unos refresco, reímos recordando la época de estudiantes y explicándonos mutuamente la trayectoria de nuestras respectivas vidas hasta la fecha.

- Cuando me crucé contigo en las escaleras – dijo María- había terminado de hacer unas compras y me están esperando para que las lleve a casa. Ven conmigo y así podemos seguir conversando.

Yo tenía tiempo de sobra y accedí. Llegamos al destino en breves minutos que aun parecieron ser menos ya que no paramos ni un solo instante de hablar.
De su bolso Loewe de color rojo, sacó un juego de llaves para abrir la puerta que daba acceso al “hall” de la comunidad. Era un edificio regio sito en la calle Balmes y muy cerca de la plaza Catalunya.
Ya en el ascensor colocó su dedo largo, bronceado y terminado con una larga uña en rojo, sobre el botón que indicaba Atico.

Las manos siempre han sido una de mis obsesiones, también los pies, claro. Sus manos algo huesudas eran amplias, cargadas en exceso de anillos y pulseras que sonaban a cualquier movimiento.

Al llegar al ático, abrió la única puerta que había en esa planta y dejando la bolsa de compra sobre un aparador me dijo : Espera en ésta salita por favor, solo será un momento. Voy a avisar que ya estoy en casa.

Estando en la salita, encendí un cigarrillo y eché un vistazo a las revistas que había sobre una mesita de vidrio : Interviú, Playboy, Private …. Eso era lo que había para leer.
Sonriendo al tiempo que movía levemente la cabeza pensaba : por Dios, hay que ver María con esas revistas.

De fondo me pareció escuchar alguna voz, aunque debo confesar que no paré demasiada atención. De lo que estaba seguro es que era una voz de mujer y joven.
- Será su hija – me dije.

Al momento llegó María cuando en mis manos sostenía el desplegable de la página central de Playboy, donde se encontraba la esplendida desnudez de Erika Eleniak, una rubia espectacular que tuvo sus momentos de gloria en la gran pantalla.

- Vaya veo que te siguen gustando las mujeres – dijo María soltando una carcajada que dejaba a la vista su blanca y poderosa dentadura-. Que pillo eres. Nunca cambiarás.
Se adelantó y yo tras sus pasos ,observando como contoneaba su esplendido trasero embutido en aquella falda de tubo la seguí mientras el chasquido del regio parket sonaba a cada paso.

Llegamos a una habitación de grandes dimensiones y que constaba de una “chaise-long” de 5 piezas; una mesa circular; dos grandes butacas; una gran cama redonda y en una esquina una bañera spa.
- Disculpa que nos quedemos aquí – otra vez volvía a reír estrepitosamente -, pero es que ésta es la habitación más grande y estaremos más cómodos.
No pude evitar preguntarle a que se dedicaba, ya que no podía salir de mi asombro.

- Regento un negocio de prostitución de lujo – me dijo con una breve y leve sonrisa-.Si así es ,una “casa de putas” – ahora si estalló en una nueva carcajada que también me contaminó-. En la bolsa traía algunas cosas para las “chicas”.

Ni que decir cabe que yo estaba atónito, sorprendido, estupefacto y sin palabras.

- ¿Quieres conocer a mis “chicas” ?
- María – dije titubeando- yo no … pensaba … . María, si quieres puedes presentármelas, estaré encantado, pero yo no ….

- Tranquilo, no te preocupes – dijo apoyando su mano en mi muslo- jamás te cobraría. Solo quiero que las conozcas.

- Bien – es lo único que fui capaz de decir.
Dio un par de palmadas y de inmediato escuché como varios tacones hacían chirriar el viejo parket del pasillo. En mi garganta había un nudo. Debo confesar que estaba perplejo, nervioso, algo aturdido.

Los pasos cada vez indicaban mayor proximidad y estando mis ojos apuntando al suelo, supongo que por vergüenza, aparecieron los primeros zapatos de tacón culpables del ruido sobre la madera. Luego otro par.
Alzando la vista lentamente, recorrí las piernas de las dos señoritas que estaban frente a mi.

- Hola me llamo Merçe – dijo una -. Yo Mireia – dijo la otra.
Me levanté y les di la mano a ambas así como un par de besos en las mejillas. El olor que desprendían aquellas mujeres era embriagador.

Tanto una como otra estaban cubiertas con una bata de seda. Un cinturón ceñía su cintura.
Ambas se sentaron en las amplias butacas y cruzando sus piernas simultáneamente me ofrecían una perspectiva totalmente lujuriosa.

- Bien – dijo María – estas son dos de mis “chicas”, falta Astrid, pero ella solo trabaja algunos días a la semana. Quizás algún día la conozcas, es una chica holandesa muy culta y atractiva. Seguro que te gustará.
María estuvo explicándoles de que nos conocíamos y contándoles alguna que otra anécdota de la universidad cuando llegado un punto les dijo : este caballero que veis aquí tan remilgado, educado y cortés es un gamberro de mucho cuidado.

- No te importará – decía mirándome con cara perversa – que les cuente lo vicioso y cachondo que eras o que quizás aun eres.

Yo no sabía si reír, levantarme, mirar el reloj y buscar una excusa para marcharme, pero ella estaba en lo cierto. Seguía y sigo siendo vicioso y cachondo. Así que solo sonreí y me escondí detrás de un nuevo cigarrillo.

De pronto María se levantó y dándole la espalda a una de sus chicas le pidió que le desabrochara el vestido. En cuestión de segundos María estaba desnuda, luciendo un precioso sujetador sobre sus pequeños senos y un tanga que solo cubría si ingle dejando al descubierto aquel imponente trasero de dos perfectas y duras esferas.

Abierta de piernas se colocó sobre las mías dejándome inmovilizado. Me miraba fijamente a los ojos. Pasaba mi lengua por mi cara mientras con sus manos me deshacía el nudo de la corbata y comenzaba a desabrochar los botones de mi camisa.
El escaso margen que me dejaba su rubia cabellera me dejaba ver como Mireia y Mercé se estaban besando.

- Mmmmmm noto como se te está hinchado esa cosa que hace tanto que no disfruto cabrón – dijo María mientras seguía aprisionándome con sus piernas-. Siempre te ha gustado tanto mi culo que con solo posarlo sobre tu polla noto como se te está poniendo.

Debo aclarar que yo jamás bebo alcohol y que ellas si se habían tomado unas copas de bourbon. Además Mireia, la más joven, que apenas debería tener los 25 años se había fumado un “porro”.

En un abrir y cerrar de ojos estábamos María y yo en la cama. Las otras dos señoritas de compañía seguían a lo suyo. Completamente desnudas, de pie, besándose apasionadamente, toqueteándose los respectivos coños. Mireia era de complexión delgada. Una chica menuda, pero cono un coño tremendo, enorme. Mercé en cambio, era de complexión fuerte, con unas tetas de escándalo. Posiblemente una talla 110 C.

María y yo estábamos haciendo lo que vulgarmente se llama un “69”. Aun recuerdo como sabe su coño. Un manjar. Labios gruesos y clítoris pequeño y duro.
Transcurridos unos minutos cuando tenía mi polla dura, hinchada y completamente empapada por su saliva , con un movimiento felino se colocó a “cuatro patas” sobre la cama y de forma despiadada y grosera tras mojar sus dedos con abundante saliva, empapando su culo, me dijo : métemela hasta el fondo de mi culo. De forma brutal. Entera, la quiero sentir toda dentro de mi.

Yo estaba como loco. Con una mano tome mi polla y posando la punta del brillante y azulado prepucio justo en su ano, la embestí sin piedad.

María lanzó un grito mezcla de dolor y placer. Mientras la embestía una y otra vez ella observaba a la pareja de chicas que como posesas no dejaban de manosearse y besarse.

- Vosotras dos. Putas, que sois unas putas, venid aquí. Tu métele la lengua a este cabronazo en el culo y tu ven aquí que quiero comerte las tetas mientras te tocas el coño.

Parecía que las tres estaban habituadas a insultarse y hablar de forma grosera en esos momentos de lujuria y placer desbocado.

María era por su condición la que mandaba y organizaba la orgía.
- Tu Mireia deja ya de comerle el culo y chúpale ese pollón. Disfruta de los jugos de mi culo hasta dejarle la polla bien limpia.

- Ahora cabrón – como loca me dijo María – quiero que nos folles a las tres.

Primero me tocó hacerlo con María que tras “ordenarme” que ya era suficiente y que lo hiciera con Mercé , ella se masturbaba.
María controlaba la situación ya que tras estar solo unos minutos me ordenó descabalgar y tomar a Mireia.
Por dios que coño tenía aquella jovencita. Era brutal, enorme. Un clítoris descomunal.
Yo estaba asombrado del tamaño que la naturaleza le había concedido mientras se la metía y sacaba lentamente para no correrme.
En un momento dado, le dije a María que ya no podía aguantar más.
-Esperate, nos tumbaremos las tres aquí – dijo María – una junto a la otra y mientras nos pajeamos tu nos imitas y repartes tu leche sobre nuestros cuerpos.
Sin decir nada pero confirmando su sentencia me coloqué de pies observándolas y jadeando mientras me masturbaba con fuerza hasta que lanzando un grito contenido salieron varios latigazos de leche sobre los cuerpos de aquellas mujeres que observándolo lanzaban palabras soeces al tiempo que se masturbaban.

Inmediatamente después de esa primera eyaculación seguí masturbándome. Aun estaba con la polla completamente dura e hinchada. Ellas hacían lo propio y tenían alternativos orgasmos cuando de nuevo volví a correrme quizás con más fuerza que la vez anterior.

Agotado me deje caer en la cama sobre los pies de aquellas tres “señoritas”.

Nunca más he vuelto a ver ni a María, ni a Mireia, ni a Mercé y tampoco llegué a conocer a Astrid.

4 comentarios:

  1. vaya historia, parece una fantasía hecha realidad

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  2. buen relato,

    muy pero que muy bueno.

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  3. Fresita. Todos mis relatos son reales. Evidentemente "retocados" con pinceladas de erotismo para hacerlos más apetecibles.
    Celebro te guste y celebraría aun más que te excitara.
    Besos

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  4. Pasión muchas gracias. Tu comentario es un verdadero halago.
    Gracias y ...

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