jueves, 20 de agosto de 2009

1984

En 1948 Orwell vislumbró la sociedad de 1984. Novela sobre la que se basarían algunos de los recientes “reality show” . El “Gran Hermano”, ese ojo que como si de un Dios se tratase, todo lo ve, todo lo controla.

Desde mi participación en la sala siempre tuve un especial contácto con Beatriz, de la cual se derivó una intensa relación cibernética. Ambos somos parecidos en la forma de ver la vida y con gustos similares.

Recientemente nos visitó Sara, una mujer de unos 24 años, simpática y con una curiosidad insaciable.

Sara, conversaba mucho con Beatriz y en sus “privados” comentaban como era tal o cual persona de la sala. Algo que a nadie debe sorprender pues es típico en nuestra sala y en cualquier otra. Sara preguntaba y Beatriz le daba su punto de vista.
Ya podréis deducir que de eso me enteré a posteriori. Lo que sé de Sara me lo contó ella misma.

Beatriz y yo nos habíamos visto en muchas ocasiones por la webcam. A ella le encanta mirar y a mi me encanta mostrar.
Ese aspecto también era conocido por Sara y comentaba con Beatriz, que le gustaría verme. Beatriz me había “vendido” excesivamente bien, a mi entender, lo que alimentaba la curiosidad de Sara.

Un viernes, habíamos quedado en encontrarnos en la sala a eso de las 23.00, y así fue.

Cuando entré, allí estaban Sara y Beatriz. Saludos iniciales a los habituales de la sala y al instante me llegó un mensaje privado de Beatriz.

- Hola men, tengo una sorpresa para ti

- ¿Que tipo de sorpresa me has preparado, Bea ?

Me envío su webcam y al recibir las imágenes me encontré con alguien desconocido.

- Men te presento a Sara

Sara, mostraba su rostro joven de piel cetrina, cabello muy negro y liso , sus labios gruesos, exageradamente pintados de carmín y una sonrisa un tanto alocada.

Mientras veía a Sara, junto a ella aparecía fugazmente Beatriz, también muy alegre.
Las dos soltaban carcajadas y alguna lagrima de alegría resbalaba por las mejillas de Sara que ella limpiaba con su mano.

Asi, sin más y estando ya en conferencia, les pregunté :

¿ Que hacéis las dos ahí?

Ummmm – dijo Bea – te esperábamos a ti cielo. (más risas)

A ver mensall, hemos cenado juntas en mi casa.

Y ahora queremos ver tu culito – dijo Sara – y bueno algo más también (otra vez las risas)

Beatriz, sabía de mi punto débil y entró directamente en el tema.

Venga men, queremos pasarlo bien, hace frío, y como no podemos estar los tres juntitos y follar como locos toda la noche, pues nos haces un show y por lo menos entraremos en calor.

Titubee unos instantes, aunque a decir verdad, tampoco tantos. Les envié mi cam y de pie frente al objetivo, inicié movimientos libidinosos (mitad en broma, mitad en serio), sensuales al tiempo que observaba la cara que ponían, sobre todo Sara.

Para la ocasión me puse unas bragas negras y jugando con los dedos entre las mismas, lentamente me las iba quitando hasta quedarme completamente desnudo.

- La vuelta date la vuelta – casi a gritos reclamaba Sara.

Me di la vuelta, tapando mi sexo con las negras bragas, para de espaldas otra vez dejarlas caer, de forma que pudieran verlo perfectamente.

Derramando unas gotas de aceite de almendras en mi mano, me masajeaba los glúteos, el ano y la zona del perineo, al tiempo que realizaba movimientos circulares con las caderas.

De reojo observaba la cara de Sara, con los ojos muy abiertos y cargados de lujuria.

De frente derramé un chorro de aceite sobre el pene, lo cual le daba un aspecto brillante y destacaba las irregularidades de la piel y los surcos de las venas.

Sara seguía muy atentamente la visión y no se daba cuenta que detrás suyo Beatriz se había bajado el pantalón del chandal y con las dos manos se acariciaba su entrepierna.

- Por dios Bea, como me gusta eso que haces – exclame por el micro-, al tiempo que Sara giraba su cabeza para observar a Beatriz.

Sara abrió por completo su boca y apareció un semblante nervioso y preso de la excitación.

Beatriz entornaba los ojos, con la lengua mojaba sus labios y seguía tocándose. Sus piernas flexionadas cada vez acercaban más su ingle a la cara de Sara que no sabía exactamente que camino tomar.

- Bea, ahora quiero yo ser el que le de un sorpresa a Sara. Porqué no me haces el favor de vendarle los ojos. Yo te avisaré para que le retires la venda ?

Bea se lo consultó a Sara que con ciertas dudas consintió el juego.

Sara permanecía, impaciente con los ojos vendados, mientras transcurría el tiempo.

- ¿Bea, está ya listo ? ¿Me puedes quitar la venda?
- No, espera un poco más – dijo Beatriz-. Solo un poco, casi está listo.

Unos instantes después, Bea le indicó a Sara que se retirase la venda.

- No está ¡¡¡ ¿Donde se ha metido?

Sara con su atención puesta en la pantalla no apreciaba que detrás suyo Beatriz estaba completamente desnuda, radiante.

Beatriz, ya en la cuarentena, de cabellos morenos y cortos con un peinado informal. No usa apenas maquillaje, ni joyas de ningún tipo. En sus 165 centímetros de altura se distribuyen de forma caprichosa 75 kilos, de los que buena parte se concentran en sus pechos y su trasero.

Los senos, abundantes culminan en una gran aureola, quizás en exceso a juego con sus grandes pezones y su enorme trasero.

Esas jugosas esferas imposibles de cubrir con una mano, llaman la atención a cualquiera y como no a Sara.

- Bea, por dios, menudas tetas tienes. ¿ Y que haces completamente desnuda, Bea?

Sara se levantó de su silla y dando un paso atrás a modo de protección frente a Bea, le preguntó.

- Bea, todo esto es demasiado extraño para mi. Mira, me caes muy bien, pero debo decirte que no me gustan las mujeres, jamás he estado con ninguna.

Beatriz, permanecía impasible y calzada sobre unos zapatos negro acharolados de tacón de aguja, como única vestimenta, no dejó salir de su boca una sola palabra.

La actitud de Bea, aumentó el nerviosismo de Sara, que completamente descolocada por la imprevista situación, se dirigió de forma súbita hacia al sofá, para sacar su cajetilla de tabaco del bolso y encender un pitillo.

- Joder – exclamó Sara-, di algo.

Por fín, Beatriz rompió el silencio.

- Sara, este cabronazo nos la ha jugado y se ha esfumado. Es más, es posible que esté en un privado con ,ve tu a saber quien. Por lo pronto, me voy a vestir y nos vamos por ahí a tomar algo.

Beatriz fue hacia su habitación mientras Sara de forma inconsciente no podía apartar la vista de aquel enorme culo que se perdía por el oscuro pasillo con el compás de los tacones sobre el piso.

Ya desde la habitación Bea le dijo a Sara “ ¿Nos vamos, ya ? “

Sara se levantó del sofá y tomando su bolso se dirigió hacia el largo y oscuro pasillo alumbrado solo por la luz que salía de la habitación de Bea.

Al llegar a la habitación de Bea, Sara se quedó petrificada, inmóvil.

- No puedo creerlo – con voz entrecortada -, no .....

- Vas ha quedarte de pie, mirando – dijo, sin girar su cabeza Bea – o prefieres marcharte.

- Bea – incrédula y contrariada decía Sara – este, ...., este es ......Pero si hace un momento estaba en la cam.

- Si cielo, ha estado aquí todo el tiempo – dijo Bea – y es mi regalo para ti, “putita”.

Sara, no daba crédito a lo que veía. Allí estaba Bea penetrándome, moviendo lenta y rítmicamente su poderoso culo.

Nos dirigimos hacia Sara, que con los ojos abiertos y refugiándose detrás de su bolso, presentaba unas mejillas muy sonrosadas, signo evidente de la excitación y el nerviosismo que la poseía.

Le bajamos la cremallera de su corta falda vaquera, que cayó al suelo. Mientras Bea le desabrochaba los botones de su blusa, no sin antes tomar su bolso y lanzarlo de mala manera sobre la cama, yo le recogía el pelo de su larga cabellera y lo sujetaba con una goma elástica.

Sara no usaba sujetador. Sus senos pequeños y casi perfectos, contrastaban con el poderío que exhibía Beatriz.

Dos mujeres con características físicas dispares. Una imagen excitante. Sara alta, delgada, quizás una 85 a lo sumo y caderas estrechas. Bea estatura media, llenita con una 120 y caderas anchas y poderosas.

Beatriz haciendo uso de su autoridad apuntó con el dedo indice hacia una butaca al tiempo que me miraba fijamente. Fue un acto breve pero suficiente para que yo me apartase de ellas y me acomodara en la butaca en cuestión.

Con su mano derecha cogió la barbilla de Sara y le brindó una amplia y malévola sonrisa.

Sara permanecía muda y con los ojos exageradamente abiertos y expectantes.

Se cogieron de la mano por iniciativa de Bea y se dirigieron hacia el baño de la habitación , abriendo la transparente puerta de vidrio Bea invitó a Sara a que entrase.

Sara lo hizo, lo cual confirmaba la aplastante autoridad que Beatriz ejercía sobre ambos. Los dos estábamos a su merced.

Sin mediar palabra adivine que debía levantarme solo con el mensaje que Bea me lanzaba con su mirada.

Ya de pie, Bea sin apartar su mirada de mis ojos tomó mi polla y colocó una goma elástica en la base de la misma. Con los brazos extendidos cogiendo con cada mano los reposabrazos de la butaca y con las piernas abiertas, ofrecía mi culo a Bea, que a un metro escaso de mi, comenzó a fustigar los glúteos que se iban enrojeciendo paulatinamente. Tras una buena tanda me golpeo en la polla, tambien desde atrás, y más completamente en el prepucio.

Poco a poco mi erección se fue haciendo notable, hasta alcanzar su máxima amplitud.

Con delicadeza y ternura, bea aplicó aceite en el trasero y claro también sobre la dura polla.

El espectáculo era observado con atención por Sara desde el otro lado de la puerta de vidrio.

Nos acercamos a escasamente unos centímetros de Sara, siempre con la puerta cerrada.

- Sara, mira como tiene la polla éste cabrón – dijo Bea -. ¿Ves como la tiene?

Por la cantidad de aceite en exceso, alguna caprichosa gota permanecía en equilibrio en la punta del castigado prepucio.

La hinchazón del miembro era exagerada por la presión de la goma y por la total excitación que tenía.

- Sara mira esto con atención, pon tu cara frente a su polla y observa.

Entonces Bea metió su mano en mi ingle y presionando sobre el perineo que estaba muy abultado provocó que mi polla se extendiera casi un centímetro más.

- Sara exclamó “ woooowwwww por dios que rico trozo de carne” . Al terminar su frase se mordió instintivamente los labios.

¿ Te gusta – dijo Bea – la polla de este cabrón, puta ?

- Siiiiiii, ummmmmm, mucho.
- Pues de momento no la vas a tener, es mía, solo mía. Me pertenece. Chupasela desde ahí, solo eso te permito.

Sara, con las piernas flexionadas y con sus manos apoyadas en el vidrio pegaba su lengua y lamía una y otra vez el mismo. Al otro lado a escasos milímetros mi capullo también estaba pegado al mismo vidrio.

- Ahora separate – dijo Bea a Sara – y masturbate mientras miras. Por qué solo eso tendrás si no haces lo que te ordene.

Con unas frías tijeras Beatriz corto la goma que presionaba mi polla y para calmar el dolor se la introdujo en su boca, mojándola extraordinariamente con abundante saliva.

Al otro lado, Sara sentada con las piernas abiertas se masturbaba enérgicamente mientras mezclaba gemidos con ruegos a Bea, para que la permitiera participar en el juego de piel con piel.

Después de dejar una buena cantidad de saliva en mi, colocó la polla entre sus grandes tetas y moviéndose de arriba abajo derramaba de forma intermitente saliva que colgaba en forma de densos hilos desde su boca hasta sus pechos fundidos con mi polla.

Sara, ya había obtenido un orgasmo y aun seguía al mismo ritmo en busca de un segundo.

Beatriz liberó sus tetas de mi polla y tomándola con la mano izquierda, de frente a Sara me masturbó al mismo ritmo que ejecutaba Sara, con la misma cadencia.

Correte ahora cabrón, correte. Escupe tu semen sobre esa puta.

Varias pulsaciones de leche fueron a parar sobre el vidrio que Sara intentaba degustar con su lengua.

Después de mi eyaculación, Beatriz completamente dueña de la situación y muy excitada, pronunció lo siguiente :

- Tu siéntate ahí – besándome en la boca-, y recuperate pronto que aun no terminé contigo cariño .
- Y tu putita mía, ven que debes trabajar para obtener tu premio.

Sara, sin dudar, abrió la puerta, y se presentó frente a Beatriz “ dime Bea, que quieres que haga.

- Asi me gusta mi amor – con un tono amable respondió Bea-, asi nos entenderemos seguro.

- Has dudado de mi Sara, diría incluso que me has llegado a repudiar y eso merece un castigo, así que te quiero ver a mis pies como una perrita.

Sara bajando su cabeza, se puso a cuatro patas.

- Pasa tu lengua por mis pies y por los zapatos, el tacón también. No dejes ni un solo milimetro sin besar.

Era evidente que Sara no ofrecería resistencia alguna y así fue. La “perra” de Sara obedecía a su Dueña, sin objeción alguna.

Quien algo quiere, algo le cuesta y recordando a Orwell y al Gran Hermano, lo que acontece, lo que sucederá en adelante tardará un tiempo en ser contado.

“ No olvides que te pueden estar observando”

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